miércoles, 11 de abril de 2012

Una pequeña historia de amor

 Hoy una historia de amor...






 Estaba en su habitación tumbada en la cama, tal y como pasaba la inmensa mayoría de las horas desde hacía seis días. Pablo, su compañero de travesuras a los diez años, su primer amor a los doce, con quien compartió su primer beso a los trece, la cama a los quince y una relación quizá demasiado seria para su edad a los diecisiete había decidido desaparecer de su vida sin decir nada. Miraba alrededor de su habitación que mezclaba las paredes color rosa y los peluches en la estantería de una niña con las últimas fotos que se había hecho con Pablo en su primer viaje juntos, en el que pasaron una semana maravillosa en un lugar algo perdido de la sierra de Cazorla. Sintió como una ligera lágrima caía por su mejilla izquierda, y con ella una sensación de desahogo en la boca del estómago, en la que sentía un nudo que solo se aflojaba un poco cuando conseguía llorar. Había llorado tanto los cuatro primeros días que ya apenas podía, no por falta de ganas, sino porque sentía haber agotado sus lágrimas, pero desapareciendo el llanto no desaparecía su dolor, que se incrementaba por minutos al no tener noticias de Pablo.


 En esa última lágrima, seguida por fin de un llanto desesperado, sintió una sensación de calma y rendición a la situación, y pensó que ya era hora de pasar página. Pero lo haría al día siguiente, ahora estaba demasiado cansada. Empezó a respirar hondamente mientras un cúmulo de imágenes y recuerdos iban pasando por su cabeza mientras ella sólo los observaba sin poner orden en ellos. Comenzó a sentir una sensación de paz que la hizo verse a ella misma tumbada en una pradera verde, con algunos ramilletes de tres o cuatro amapolas que adornaban la hierba verde al igual que corazones rojos su agenda, corría una brisa que parecía abrazarla suavemente. Decidió observar el paisaje, y divisó pradera abajo un riachuelo. Decidió levantarse e ir hacia el, sentía algo de calor y le apetecía bañarse en él. A los pies del riachuelo se dio cuenta de que no llevaba ropa de baño, pero le podían las ganas de meterse en el agua. Miró a su alrededor y aparte de la hermosa vegetación que la rodeaba no vio a nadie. Se descalzó las sandalias, con algo de inseguridad se quitó el vestido de vuelo blanco que llevaba puesto, se soltó la larga trenza que le caía hombro abajo, observó su reflejo en el agua, mirándose embelesada como si de una piedra preciosa se tratara y, se zambulló en el riachuelo.


 Al rociarse la cara con el agua fresca, un poco de esta entró suavemente por la comisura de sus labios y notó un fuerte sabor salado, abrió los ojos y ahora se encontraba en la orilla de la más hermosa playa que sus ojos habían visto jamás, el agua era tan azul cristalina como sus ojos, y a la vez que observaba el nuevo entorno se veía a ella misma saliendo hacia la orilla, hacía varios días que ni le apetecía mirarse en el espejo, y ahora, observando como caminaba hacia afuera del agua, con su largo pelo castaño claro tapándole los pechos, sus mejillas ahora ligeramente coloreadas por el sol, su vientre perfecto de ya no niña pero aún no enteramente mujer, sus piernas largas y finas pero algo marcadas por las horas que le dedicaba a la danza, sus labios carnosos que resaltaban del conjunto de una cara perfecta. No podía dejar de observarse y, a la vez, de sentir ese bienestar desde dentro. Se sentó en la arena mirando al horizonte, el sol se fundía con el infinito pero era lo suficientemente fuerte como para provocarle un ligero sueño. Cerró los ojos sin borrar su propia imagen de sus pensamientos y, de repente, escuchó el sonido de una música que se hacía más sonora a cada momento, hasta el punto en que sonaba tan fuerte que la sobresaltó. Se despertó en su cama sin que el móvil parase de sonar, y en la pantalla el nombre de Pablo. Cogió el teléfono tan rápido como le permitieron sus manos y pulsó la tecla verde;


  -¿Sí? - Contestó mientras el corazón le latía tan fuerte que temía no escuchar.
  -Perdóname - dijo Pablo con la voz entrecortada por el llanto - Perdóname, por favor. Te quiero.
  -¡Dónde mierda has estado, Pablo! ¡Te fuiste sin decir nada! - Le dijo mientras comenzaba a llorar de nuevo, pero, aunque quería hacerse la dura, lloraba de felicidad.
  -Me equivoqué, pensé por un momento que podría vivir sin ti, pero me equivoqué. Eres el sentido de mi vida. Decidí irme unas semanas a Francia con mi hermano para pensar, olvidando el móvil. Cuando me bajé del avión me arrepentí de ese viaje y quise coger el primero de vuelta, recogerte en tu casa con un ramo de rosas y rogarte que me perdonaras invitándote a cenar, pero mi hermano me estaba esperando para recogerme, te regalaron este móvil el mes pasado e idiota de mi que no me aprendí tu número. Decidí que después del viaje y de tanto tiempo sin ver a mi hermano debía pasar al menos un par de días con él, al segundo estaba desesperado, al tercero saqué el billete de vuelta para hoy. He llegado directo a por mi móvil, encendiéndolo mientras venía corriendo hacia aquí. Te quiero mucho. Estoy en tu puerta, ábreme.




El amor...

4 comentarios:

  1. Escribes genial espero seguir leyendo entradas como esta =)besos

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  2. me he quedado totalmente atraida por la historia hasta el final :) Sigue asi jeje

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  3. Esta muy bien, sigue asi dejare comentarios en las entradas que mas me llamen la atencion. Besos, Maria =)

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  4. dios, si siempre fuese asi....

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