lunes, 16 de abril de 2012

La despedida




 Hice una pequeña maleta pensando qué me iba a poner ese fin de semana, ni siquiera dejé el cuarto del todo recogido, ya lo arreglaría a la vuelta, cogí de mi joyero, que estaba encima de mi escritorio, mis pendientes favoritos, le eché un vistazo al cuarto para ver si se me olvidaba algo importante, mis fotos colgadas en la pared, más fotos enmarcadas en la estantería con mis amigas, mi mochila en una esquina del cuarto, los cajones llenos de objetos personales, algún pequeño diario, cachivaches que casi nunca usaba pero que podrían ser usados algún día, mi agenda... Cajas de zapatos en lo alto de la estantería llenos de aún más cachivaches, mi mesita de noche con los últimos libros que había leído encima, medallas colgadas de la escalera de la litera de las olimpiadas escolares, peluches... Todo lo que una niña de 16 años puede tener almacenado en su habitación. En ese momento no se me ocurrió pensar que ya no volvería. Ya no pasaría las horas sentada en mi escritorio con el ordenador o estudiando, ni tumbada en la cama hablando por teléfono, ni le pediría a mi madre que me dejara dormir un ratito más cuando me despertaba para la escuela... Mi habitación, mi guarida, si, un simple lugar, pero del que hubiera querido despedirme.


 Hablo de mi habitación para referirme con ella a una vida, una vida de la que no me despedí, con mi habitación mi casa, el cuarto de baño donde pasaba horas arreglándome el pelo, mi terraza donde tomaba el sol, el patio donde jugaba con mi perra, el sofá donde dormía las siestas y veía la tele con mi madre, las calles que conocía como la palma de mi mano, la papelería donde compraba bolígrafos, lápices o cualquier otra cosa que me hiciera falta, las calles céntricas por donde pasé mil veces, los sitios por los que solía salir algunos sábados, hablo de las cosas menos importantes para referirme con ellas los recuerdos de una vida, a cuando las cosas eran diferentes, a cuando éramos una familia. Si que les dije a mis amigas que no volvería, pero lo había dicho tantas veces que en el fondo pensaba que algo pasaría y todo volvería a ser igual.


 He llegado a la conclusión de que es muy importante despedirse de las cosas, enfrentarte al duelo de perder algo, sea lo que sea, porque si no te despides después duele más. Si te vas como si todo fuera a seguir igual, al tiempo te darás cuenta de que no es así, y eso duele más, lo aseguro. Puede que sea más fácil irte sin despedirse para no pasarlo mal, pero eso es un gran error, pues lo pasarás mal de igual modo y además no lo habrás superado, cuando te despides de alguien, asumes la separación y aunque siga doliendo por un tiempo ya lo has asumido, al no despedirte sin quererlo pensarás que todo seguirá igual en algún momento y más tarde te darás cuenta de que no es así.


 Echo de menos mi habitación, la echo mucho de menos, y no es lo mismo echar de menos algo sabiendo que eso ya se terminó y que las cosas son así, que echarlo de menos habiéndote dado cuenta ahora de que eso se fue para no volver, no terminas de asumirlo, es como si tuvieses una laguna, como si no supieras como has llegado a donde estás ahora, es bastante difícil de expresar esa sensación, sólo me entenderá quien haya pasado por algo parecido, así que no cometas el mismo error que yo, despídete.

2 comentarios:

  1. Ohh !!
    Me ha tocado el corazón :')
    Es increíble, que pasar tanto tiempo en un sitio y tener que irte por obligación, puede ser tan afectuoso para las personas...
    Por una parte, hiciste bien en no despedirte, porque, yo no, pero cualquier otra persona que te oiga decir eso, va a decir que hablar con un montón de paredes es estar loca ;)
    Bueno, bonito blog, ya te sigo, sigueme en: http://larasprincesspop.blogspot.com y http://letrasypalabrasperdidas.blogspot.com
    muchas gracias!

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  2. En realidad todas esas paredes y objetos, son sólo un símbolo de algo más... una vida. Gracias por el comentario y me pasaré. Abrazos.

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